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Existen numerosos casos que vienen a consulta de personas que tienen problemas con la familia de su pareja. Una de las crisis por las que tiene que atravesar toda pareja es el choque entre las creencias, expectativas y valores de dos familias completamente diferentes. Crear la unión de una pareja supone la tarea de unificar los factores identitarios que han integrado de sus familias de origen.

Para abordar esos problemas de unión y de comunicación es interesante entender a cada miembro de la pareja como habitantes de países diferentes. Uno de ellos puede ser de China: le gusta mucho comer arroz tres delicias, le encanta pasear por las calles de Pekín y sus valores son chinos. El otro miembro de la pareja puede ser de Francia: le encanta pasear en barco por el Sena, le apasiona comer croissants y sus valores son franceses.

La idea es aceptar estas diferencias y entender que a estas dos personas de orígenes tan diferentes les ha unido la vida. Esta unión no puede pasar por alto sus raíces ni de dónde vienen.

Algo que podría ayudar a estas parejas enfrentadas sería convertirse en embajadores de sus propios países.

Por un lado, la función de un embajador que reside fuera de su país de origen es elogiar todo lo bueno que tienen en ese país que no es el suyo y omitir todo aquello en lo que no está de acuerdo; ya que entiende que ese no es su terreno y, por tanto, no es su lugar para hacer las cosas de manera diferente.

Por otro lado, cuando un embajador se encuentra en su país de origen entiende que hay tradiciones diferentes al resto de culturas que son sagradas y funcionan para mantener la identidad de los miembros de ese país. Por eso, puede llegar a generar mucho malestar escuchar constantes críticas y juicios sobre su propio país. Ante esa situación, el embajador va a tener que defenderlo de cualquier ataque.

Tanto los constantes ataques como las formas desmesuradas de defensa pueden desencadenar problemas y distanciamientos en las relaciones de pareja. Por eso, sería adecuado ejercer un rol más diplomático cuando cada uno está visitando el país del otro.

Tampoco se puede perder de vista que hay ocasiones en las que un embajador puede observar aspectos de su propio país con los que no está de acuerdo. Lo que más puede ayudar a esta persona para cambiar y reajustar lo que no está funcionando es la presencia de una pareja que ocupe un rol diferente al suyo.

La actitud más saludable de una persona cuya pareja está en desacuerdo con su familia sería ofrecer comprensión y sostén. Por el contrario, algo que genera más conflicto es entrar en esa guerra que no le pertenece. Enfrentarse en un terreno desconocido no solo puede generar indefensión, sino que puede ocasionar grandes problemas con su compañero de batalla.

Algo que también ayuda mucho a las parejas es entender cuál es su lugar en la vida del otro.

Cada uno tiene su familia de origen en la que sí debe ocupar ese lugar importante. No obstante, uno tiene que entender que la familia de su pareja es su familia por las circunstancias que se han dado al crear esa unión. Por tanto, es mucho más saludable restarle cierto poder a la familia circunstancial y poder dedicar más esfuerzos en crear una mejor armonía dentro de su familia de origen.

Ser conscientes de ello, puede ayudar a reconocer el verdadero poder de la familia de origen siendo partícipes de aquello en lo que sí hay que mejorar como familia.

 

Paloma Alcázar

Psicóloga Familiar

Paloma Alcázar

Psicóloga