Este año se celebra el Día Internacional de la Educación bajo el lema “cambiar el rumbo, transformar la educación”. Nada más lejos de la realidad, nos encontramos en un momento en el que “lo que ha funcionado siempre” ha dejado de servir como excusa para no modificar el sistema educativo. Nos encontramos ante un modelo que lleva estando siglos implementado en los colegios y que se ha quedado obsoleto, donde no hay apenas motivación y escasea la creatividad.
La educación debe ser accesible para todos. Se debe asegurar que la equidad, la inclusión y la calidad estén presentes para desarrollar diversos aprendizajes a lo largo del ciclo vital. Porque la educación va más allá de los niños y los colegios. Los adultos debemos seguir educándonos, ya sea para desarrollar nuestra profesión, nuestra labor como padres o mentores, o para desarrollar nuestro autoconocimiento. Al final lo que nos brinda es libertad.
Es necesario adquirir aprendizajes significativos y duraderos para poder desarrollar el pensamiento en diversos niveles. Esta premisa es una de las bases de tener en cuenta la Neurociencia en la educación. El conocimiento acerca de las funciones cognitivas que se dan en nuestro cerebro, nos permite saber que este se adapta al ambiente y aprende de las vivencias. Esta plasticidad es clave para entender el proceso de aprendizaje.
También debemos atender a las emociones, aspecto que resulta fundamental, ya que experimentar sensaciones agradables hacen que internalicemos antes los datos que aprendemos. Desde este enfoque, podemos dar respuesta a los tiempos y las necesidades no solo de los jóvenes en general, sino también de aquellos con diversidad funcional de manera que queden amparados bajo el sistema educativo.
La educación es un arte que debemos cultivar y preservar, para que continúe evolucionando; y nosotros con ella.
Inés Babío
Psicóloga y Logopeda