Muchos de vosotros, los que habéis hecho terapia de pareja conmigo, reconoceréis lo que a continuación voy a contar ya que esta es una herramienta que utilizo siempre para que los tres tengamos una «fotografía» mental de cómo está «el patio» en el momento en el que venís a terapia.
El ser humano es un animal social, necesita del otro para ser feliz e incluso para sobrevivir. La necesidad de encontrar pareja y formar una familia se corresponde con este hecho y aparece en un momento importante del ciclo vital de cada individuo.
Ni que decir tiene que a muchas personas no les aflora esta necesidad, los tiempos cambian, la presión social es cada vez más baja y eligen permanecer solteros, pero el porcentaje de esta población es más bajo.
Así pues tenemos tres partes diferenciadas de un individuo:
Su parte individual, la del Yo; su parte de pareja, donde solo caben su pareja y él o ella y la parte de los otros donde englobaríamos a la familia, amigos e hijos.
Dependiendo del momento del ciclo vital en el que se encuentre el individuo cada parte mencionada tendrá más o menos peso y, por tanto, más o menos importancia.
Por ejemplo, para un adolescente la parte 3 (sus amigos) tendrá bastante más importancia que la 2 e, incluso que la 1.
Una pareja joven sin hijos dará más importancia a su parte 2.
Las personas que eligen no tener una pareja estable ni formar una familia, tienen como parte prioritaria la 1 y la 3.
Me voy a centrar en la pareja joven que antes de tener su primer hijo tenía mas o menos distribuida su tabla de la siguiente forma en términos porcentuales:
1- YO:30%
2- Pareja:50%
3- los otros:20%
El tiempo que se pueden dedicar a sí mismos y a la pareja es elevado; y nada despreciable el tiempo que le pueden dedicar a su familia y amigos.
Cuando viene a la familia el primer niño y surge la necesidad de reestructurar el mapa familiar , el porcentaje suele parecerse a éste:
1-Yo: 2%
2- Pareja: 5%
3- los otros: 93%
Por supuesto que el 3 se lo lleva en su gran mayoría todo el niño, pero también hay que emplear bastante tiempo en reestructurar los límites y las fronteras familiares con respecto a las familias de origen de cada uno (las antiguas normas dejan de servir, ya que con la llegada del niño, la familia de origen querrá ayudar, visitar…).
Este es un proceso natural y entendido como normal aproximadamente durante el primer año de vida del bebé.
Pero por la inercia de la adaptación a la nueva situación que ha costado tanto conseguir, muchas parejas continúan con los mismos porcentajes. En muchas parejas se queda de por vida.
Muchas de las crisis de pareja que he visto a lo largo de mi experiencia profesional son por este motivo.
Para estas parejas el abandono casi total a su persona y a la pareja es un hecho totalmente normalizado y el vuelco de casi toda su energía a los hijos es para ellos lo habitual.
Cuando los hijos tienen edad para independizarse aparece una crisis importante de la pareja (nido vacío) y cuando llega la edad de jubilación hay otra, ya que literalmente la pareja no tiene nada que contarse y apenas se (re)conocen. Se conocen claro, han sido padres muchos años, pero dejaron de ser pareja hace otros tantos.
Las parejas en la actualidad demandan, mediante crisis previas al nido vacío, una vuelta a su espacio y al de pareja, pero muchas veces no saben cómo hacerlo.
La terapia de pareja ofrece a los padres la oportunidad de reencontrar su espacio como hombre y mujer, como “novios” y renegociar las reglas que están dejando de funcionar para encontrar otras nuevas, más actualizadas a su nueva situación.
Irene Candelas
Psicóloga Familiar