Breve carta a la depresión:
“No siempre has estado conmigo, pero ahora parece imposible dejarte ir.
Me haces sentir protegido y a la vez soy más vulnerable que nunca.
Te nutres de lo que fueron momentos felices y ya son solo recuerdos.
Me has dejado aislado y no sé cómo salir de aquí.
Me envuelves con un manto gris cada día.
Inundas mi mundo de vacío y desesperanza.
Me atas plomos a las piernas impidiéndome el movimiento.
No puedo luchar más contra ti.
Te lo pido por favor, déjame ir.”
La depresión afecta a un 4,4% de la población mundial. Se presenta como la principal causa de malestar psicológico, y a diferencia de lo que se cree, no entiende de culturas. La OMS prevé que será la primera causa de discapacidad en 2030.
Tener depresión no siempre significa estar triste, afecta a tantas esferas de la vida de una persona que sería injusto reducirlo simplemente a la tristeza. Para muchos se presenta en forma de pesadumbre, angustia e infelicidad. A veces también aparece como una gran “falta de” ganas, motivación o fuerzas. Se experimenta incluso una disminución en algunas capacidades como la memoria o la velocidad mental. Puede que incluso se reduzcan las ganas de comer, se altere el sueño o aparezcan molestias en el cuerpo. Estos síntomas se pueden dar en numerosos trastornos mentales y condiciones médicas.
Desde ese lugar, ¿es de extrañar que desaparezca el interés por la vida social? ¿Es sorprendente que aparezcan ganas de desvanecerse? Lejos de alarmarnos o de juzgar, debemos intentar comprender a las personas que sufren depresión. Se sabe que una buena red de apoyo social es uno de los factores clave para la prevención de los trastornos depresivos, y también favorece la recuperación junto con el tratamiento psicológico y/o farmacológico.
Hay muchas acciones que podemos hacer para ayudar a alguien en esta situación. Desde acompañarle a terapia hasta animarle a que encuentren una actividad que hacer en su día a día, como preparar un café por la mañana o encender el ordenador. Por mínimo que parezca, arrojará algo de luz en su camino. Porque siempre hay algo por lo que merece la pena luchar, pero no es fácil encontrarlo desde la soledad.
Inés Babío
Psicóloga y Logopeda