La mayoría de los papas tememos ese momento en el que se acerca uno de tus hijos y te pregunta… ¿Papa/Mamá los reyes existen?, ¿Mamá/Papá sois vosotros Papá Noel? … ¡¡Ummmm!! Es una de mis peores pesadillas, sobre todo porque supone el principio del fin de la tierna y mágica infancia. Supone comenzar a enfrentarse a la vida sin tanta magia (algo de magia siempre es saludable mantener) aunque a los «peques» les expone a su tan preciado «ya soy mayor» con el que nos taladran desde que aprenden a hablar.
Comienza una etapa de secretos compartidos (en el caso de que haya hermanos más pequeños o amigos pequeños en el entorno), colaboración padre-hijo, decisiones sobre la economía familiar y la repercusión que tienen las fiestas navideñas, etc. Es decir, como en cualquier momento de la vida, todo supone una oportunidad para aprender y seguir creciendo, como padres, como hijos y como familia.
Es común encontrar a las familias agobiadas en consulta, preguntándose si sus hijos les perdonarán el haberles mentido, o si ha sido una buena idea mentir durante tanto tiempo. Para otros muchos, es hasta un alivio poder liberarse del papel de Elfos.
En mi casa, la teoría que usamos es: “¿Tú crees? Si tú crees en los Reyes o en Papa Noel, ellos seguirán recibiendo y leyendo tus cartas, si no crees, entonces seremos papa y yo quienes leeremos tu carta. En esta casa vendrán los Reyes y papa Noel mientras alguien siga creyendo” Y os puedo asegurar que en nuestra casa, en navidades, pasan cosas mágicas, creo que es porque nosotros, los adultos, también seguimos creyendo…
Si lo analizamos fríamente, es increíble que durante tantos años se haya podido mantener una mentira social para conseguir mantener la magia de la navidad y lo que ello supone, más allá de las creencias religiosas.
Es bueno para los niños mantener esa magia y también lo es para los adultos, mantiene vivo una parte del niño que llevamos dentro.
Mas allá de cuestiones éticas, la mentira social de los Reyes o Papá Noel supone un avance para los pequeños, supone mantener activa una parte psicológicamente adaptativa: el pensamiento mágico.
Es inadecuado para nuestros niños vivir sin fantasía, sin magia. Es necesario para su desarrollo neurocognitivo mantener esa área emocional en evolución. Es por ello por lo que no cometemos ningún error si mantenemos la historia de los Reyes Magos o Papa Noel activo hasta el límite de su desarrollo.
La magia, la fantasía, la imaginación…despierta la creatividad y el desarrollo del pensamiento crítico y divergente, si anulamos la magia…anulamos la creatividad.
Y llegado el momento, que nos llegará, en que tengamos que transmitir esta historia podremos crear otra o transmitir la realidad: “lo hice por ti, y por mí mismo, porque quiero que la Magia permanezca en nuestras vidas. Y ahora te necesito a ti para seguir transmitiendo la magia de la Navidad…¿me ayudas?”
Sandra Martínez
Neuropsicóloga